Si en tu comunidad de vecinos o vivienda particular estás pensando renovar tus instalaciones térmicas, quizá hayas pensado en sustituir tu vieja caldera por calefacción de biomasa. ¡Si quieres saber en qué consiste este tipo de instalación, sigue leyendo!

¿Qué es y cómo funciona la calefacción de biomasa?

La biomasa es la materia orgánica susceptible de aprovechamiento energético. En España disponemos de diferentes tipos de biomasa, que pueden convertirse en biocombustibles sólidos. Los más frecuentes son:

  • Las cáscaras de frutos secos (tanto agrícolas: almendra, como forestales: piñón).
  • Los residuos de montes y de industrias forestales (desde cortezas hasta astillas, pasando por costeros  y serrines) que pueden utilizarse astillados o en forma de pelets.

No es una tecnología nueva: se utiliza desde hace siglos

Tradicionalmente, la biomasa se ha utilizado en las viviendas, sobre todo en las unifamiliares, cuando se quemaba leña para cocinar o calentarse.

Sin embargo, la biomasa ha evolucionado mucho en las últimas décadas y los equipos modernos son más eficientes y versátiles e incorporan funciones como la alimentación automática de combustible, función de autolimpieza, etc.

 

Beneficios: la calefacción de biomasa es sostenible

La calefacción de biomasa se considera sostenible ya que, aunque en el proceso de combustión emite partículas a la atmósfera, se considera que este proceso genera un “balance neutro en la emisión de dióxido de carbono”.

Es decir, que aunque al quemar biomasa se produce dióxido de carbono, estas emisiones se consideran neutrales porque se ‘compensan’ con el CO2 absorbido por esta biomasa durante su ciclo de vida vegetal.

Además, la biomasa también produce beneficios económicos: el combustible es barato y permite generar empleo en áreas rurales, prevenir incendios y mantener los ecosistemas naturales.

 

Necesita un espacio de almacenamiento

Como ya hemos mencionado, existen diferentes tipos de combustibles sólidos que pueden emplearse para alimentar la caldera de biomasa.

El tipo de combustible suele variar en función del área geográfica en la que se ubique la instalación. En la Península Ibérica, los tipos de combustible más frecuentes son la astilla, el pellet y el hueso de aceituna.

Es un factor a tener en cuenta, ya que hay que contar con que habrá que disponer de un lugar para guardar dicho combustible. En edificios de viviendas con calefacción central, la instalación térmica con caldera de biomasa debe disponer de un silo para almacenar combustible. El tamaño requerido será probablemente mayor que el equivalente para un depósito de combustible líquido.

 

Desarrollo de la biomasa

Entonces, ¿cuándo es factible o aconsejable optar por una calefacción de biomasa? La biomasa es una solución más que factible, que debería desarrollarse más, sobre todo, en el ámbito rural y en ciudades menores de 50.000 habitantes, en las que el riesgo de contaminación atmosférica es menor.

Además es una fuente energética no solo a tener en cuenta para los sistemas de calefacción de edificios residenciales. Para generar energía, también es posible quemar residuos agrícolas de forma controlada en centrales de biomasa, ubicadas cerca del lugar en el que se producen dichos residuos, así como utilizar la madera proveniente de la limpieza de bosques, con lo que se reduce el riesgo de incendios forestales y, además, se impulsa la economía local.

 

Grandes núcleos urbanos

En aquellos casos en los que las comunidades de propietarios utilizaban calderas de carbón es frecuente que den el salto a la caldera de biomasa. Entre otras razones, porque hay características en ambos tipos de instalaciones que son similares (ambas utilizan combustibles sólidos) y porque, además, la biomasa es un combustible barato y sostenible.

Sin embargo, las autoridades deben valorar cómo podría afectar la quema masiva de biomasa en grandes ciudades en las que ya existe un grave problema de contaminación.

Un buen ejemplo de ello es Coyhaique (Chile), la ciudad más contaminada de América Latina, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Esta ciudad de 63.000 habitantes tiene los niveles más altos de partículas finas de suspensión en el aire y supera a otras ciudades latinoamericanas de mayor tamaño como Ciudad de México, Sao Paulo, Bogotá o Caracas debido a que en Coyahique utilizan masivamente leña como combustible de calefacción.

 

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